En 1827 se levantó un grupo de personas en Dublín, Irlanda, entre los cuales había hombres tales como Eduardo Cronin y Antonio Norris Groves;
ellos vieron que muchas actividades de la iglesia carecían de vida y no
eran más que ritos, por lo cual empezaron a pedirle al Señor que les
mostrara la iglesia según la revelación bíblica. Después de mucha
oración y comunión mutua, entendieron que debían reunirse según el
principio presentado en 1 Corintios 14 y, como resultado, comenzaron a
partir el pan en la casa de un hermano. Al poco tiempo Juan Nelson Darby,
un exministro anglicano, empezó a reunirse con ellos y a exponer la
Biblia. Gradualmente entre ellos se manifestaron otros expositores de la
Biblia, tales como Guillermo Kelly, C. H. Mackintosh, B. W. Newton y J.G. Bellett. Al leer los libros de ellos vi que hay un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo, y entendí el error de las organizaciones denominacionales. La iglesia
no debe ser formada por las opiniones humanas, sino que debe permanecer
directamente bajo la dirección del Espíritu Santo. Al examinar las
organizaciones eclesiásticas actuales, vemos muchas tradiciones y
opiniones humanas, pero muy poca orientación directa del Espíritu Santo;
esto no concuerda con el deseo del Señor. Según la voluntad de Dios, la
iglesia no debe estar bajo el control del hombre, sino bajo la
dirección del Espíritu Santo. Todos los que pertenecen al Señor deben
ser guiados por el Espíritu Santo y no por las directrices humanas.
Todas estas verdades fueron descubiertas por la Asamblea de los
Hermanos.
jueves, 3 de julio de 2014
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